Por Francisco Mamani Fuentes
Sociedad Chilena de Ciencias de las Religiones
El Ramadán sin lugar a dudas es uno de los pilares más conocidos del Islam. Es considerado como obligatorio, al mismo nivel de importancia que la shahâda (profesión de fe que declara que no hay otro Dios que Allah y que Mahoma es su mensajero), la salât (la limosna anual) y el hajj (peregrinaje a los lugares santos de la ciudad de La Meca). Durante la vida del profeta (s. VII), un día de ayuno (achura) había tenido lugar durante el mismo período que el ayuno judío de Yom Kippour, antes que los conflictos entre las dos comunidades empujen a Mahoma a elegir otro periodo de abstinencia, más largo y restrictivo. Finalmente será fijado durante ramaḍān, el noveno mes del calendario lunar musulmán.
Abstinencia
El periodo del ayuno comienza al inicio de la luna nueva y se acaba al comenzar el ciclo lunar siguiente. Los sabios musulmanes observan el astro al ojo desnudo o con la ayuda de instrumentos ópticos para declarar el inicio y también el fin del Ramadán, lo que deja siempre una incertidumbre en cuanto a las fechas exactas. A pesar que los cálculos astronómicos permiten conocer precisamente el día de la luna nueva, la tradición exige que el astro sea observable por el ojo humano.
El Ramadán es en primer lugar un mes donde los creyentes se abstienen de comer y de beber, también de fumar y de no tener relaciones sexuales durante toda la jornada. Los niños, los ancianos, los enfermos y las mujeres embarazadas no realizan el Ramadán, teniendo en cuenta su estado particular. Antes de levantarse el sol, los creyentes inician la jornada comiendo e hidratándose para resistir el ayuno y efectuar la primera oración. Un poco antes de que el sol se ponga «cuando no sea posible absolutamente de distinguir el hilo negro del hilo blanco», dice la tradición, la jornada se acaba con la ruptura del ayuno, generalmente con un dátil y un vaso de leche o agua, diciendo bismillah «en el nombre de Dios».
Piedad y devoción
La cena en abundancia (l’iftar) es realizada generalmente en familia o en la Mezquita. Una quinta y última oración tiene lugar al iniciarse la noche, antes que el ciclo no comience al día siguiente. Dos fiestas fundamentales son celebradas durante el mes de Ramadán: laylat al-Qadr (la noche del destino) y el Aïd al-fitr. La noche del destino, que se sitúa generalmente hacia el fin del mes de ayuno, es considerada como una de las noches más santas del año y corresponde a la primera noche de la revelación coránica por el Arcángel Gabriel al profeta Mahoma. En ésta ocasión, muchos musulmanes oran una parte o toda la noche y se agrupan en las Mezquitas.
Aïd al-fitr es la fiesta del fin de Ramadán, el primer día del mes lunar siguiente y constituye una de las fiestas más grandes en todo el mundo musulmán. Son realizadas visitas a los parientes y amigos, grandes comidas son organizadas, presentes son entregados a los niños y las personas se visten con bellas tenidas. El último día del Ramadán es igualmente la ocasión de ofrecer una limosna especial (zakât al-fitr) para los necesitados y los indigentes. Más allá de los aspectos técnicos y puramente físicos del ayuno, el mes de Ramadán es también el mes de profunda piedad y devoción. Numerosos creyentes, que no son tan fervientes durante el resto del año, aprovechan esta ocasión para ir a las Mezquitas y orar. Se aconseja a los musulmanes de recitar El Corán en su totalidad, al ritmo de 1 de 30 por día.
La intención del creyente
Un lugar muy particular es reservado a la intención del creyente: así que para que el ayuno sea aceptado o válido para Dios, debe ser indispensable que el creyente lo haga con seriedad, devoción y no de manera ligera o mecánica. El sentido espiritual del ayuno, que apunta a purificar, a girarse hacia Dios, a liberarse de los bienes materiales con el fin de recordarse de lo esencial, gracias a una disciplina estricta, es fundamental. Es igualmente la ocasión para volverse hacia los otros, manifestar su amor, su altruismo y su generosidad hacia sus cercanos. En fin, el Ramadán es un periodo donde los musulmanes del mundo entero están en comunión, reuniéndose en las mezquitas y volviendo sus seres enteros a Allah, «aquel que hace misericordia, el misericordioso».